Pobreza: Una inadmisible deuda social con la población

Asunción, Paraguay.- El Instituto Nacional de Estadística dio a conocer esta semana el nuevo porcentaje de población que se encuentra en situación de pobreza total y pobreza extrema. Los datos son vergonzosos para un país que lleva casi dos décadas de estabilidad macroeconómica, un alto crecimiento del producto interno bruto y que se ubica entre los primeros productores o exportadores mundiales de varios rubros. Con este contexto económico, solo queda pensar que la persistencia de la pobreza refleja falta de voluntad de las élites, tanto políticas como económicas.


No hay justificación posible para que un país con la riqueza natural y producida, mantenga alrededor del 25% de su población en situación de pobreza por tanto tiempo.

Si bien es necesario hacer ajustes derivados de los nuevos datos del censo, la evolución de la pobreza mantiene la tendencia que se observa desde varios años atrás. Desde 2002 viene reduciéndose, pero a ritmos muy diferentes, con un preocupante estancamiento en alrededor del 23% de la población desde 2019. El nivel de pobreza verificado en 2023 fue similar al del último año previo a la pandemia.

Entre 2003 y 2013, la reducción de la pobreza fue superior a 2 puntos porcentuales por año, incluso con el aumento de su nivel en 2006 resultado principalmente del incremento de la inflación de alimentos ese año.

A partir de 2014, la reducción de la pobreza cae a menos de 1 punto porcentual por año y la evolución se vuelve más errática, ya que en este último periodo aumentó tres veces, incluyendo los dos años de la pandemia.

El enlentecimiento y la volatilidad de la reducción de la pobreza contrasta con el nivel de crecimiento económico relativamente alto. Sin embargo, si se analizan otras variables relacionadas con la pobreza, como el empleo y el acceso a salud, se puede ver que algunos indicadores básicos, como los ingresos laborales, la informalidad laboral o las consultas médicas, están estancados o en retroceso en los últimos años. Este conjunto de datos da cuenta de una realidad difícil de negar.

Posiblemente, el indicador más importante tanto para el objetivo de reducción de la pobreza como de la paz social, la seguridad ciudadana y la gobernabilidad es la desigualdad, también estancado e incluso con un aumento en 2022.

Unas semanas atrás se conoció el último valor del índice de desarrollo humano, que incorpora tres dimensiones: producto interno bruto, salud y educación. También muestra un estancamiento desde 2014. Este índice, si bien va más allá de la pobreza monetaria, incorpora dos variables cuyo efecto (o no efecto) es casi directo y en el corto plazo en la pobreza: PIB y salud. Pero también incluye datos sobre educación, con impacto a mediano y largo plazo en la reducción de la pobreza.

El conjunto de datos estadísticos con que cuenta el país muestra la preocupante persistencia de la pobreza. Igual de importante que reducir la pobreza es mantener fuera de la pobreza y romper con la transmisión intergeneracional de ella.

Al menos el 40% de la población está muy cerca de la línea de pobreza, por lo tanto, tiene alto riesgo de caer en esta. Las condiciones laborales no ayudan a salir de la pobreza; al contrario, en algunos grupos etarios el trabajo remunerado se convierte en la causa de la pobreza crónica y estructural. Al prevalecer altos niveles de informalidad e inseguridad económica entre los adultos de las familias, en muchos casos la salida de la pobreza obedece al trabajo infantil y adolescentes, con lo cual se reduce la pobreza monetaria coyuntural, pero se crean las bases para la pobreza a largo plazo. Los adolescentes dejan el sistema educativo, mientras que jóvenes y adultos que trabajan son excluidos de los sistemas de seguridad social. Todos ellos serán pobres más adelante. El país no tiene futuro.

La reducción de 2 puntos porcentuales de pobreza, manteniendo la situación en la que está la mayor parte de la población, no solo no es un resultado exitoso, sino que además corre el riesgo de basarse en condiciones que terminarán perpetuando la baja productividad y la volatilidad del crecimiento económico, además de mantener al país en los niveles de desarrollo más bajos de la región desde que existen estadísticas comparables.

Fuente: UH

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