Mira siempre por adentro y descubre la verdad de las cosas

La apariencia es casi siempre muy distinta de lo real. Ignorante es quien primero se conforma con ver la parte superficial de las cosas, y luego se lleva el gran desengaño. Lo que se ve a primera vista, frecuentemente es mentira, y arrastra al torpe a la eterna banalidad. 

La verdad llega más tarde, con la observación y el tiempo. La gente profunda ve sólo la mitad de lo que aparenta ser el doble. El engaño está en lo superficial y con él se encuentran los que son igualmente superficiales. 

La verdad está siempre dentro, en lo profundo de las cosas, que es lo que aprecian los sabios y cuidadosos.
Sí, es cierto que las apariencias a menudo engañan y son muy distintas de lo real. Lo que se ve a simple vista es frecuentemente mentira y no es un criterio razonable para juzgar lo que hay realmente en el interior de las personas o las cosas. 

Todos tenemos experiencias de que las cosas no siempre son lo que parecen, sino que hay que investigar y ahondar un poco para llegar a averiguar como son en realidad. 

Esto se puede aplicar a todos los ámbitos de la vida y bajo formas muy diferentes. Desde ruindades que se esconden bajo buenas apariencias, y buenas cualidades que se presentan bajo malas apariencias. Un reloj cubierto de brillantes, pero con una maquinaria de mala calidad, es un ejemplo de las buenas apariencias. 

Puede ocurrir por el contrario que un reloj sea de simple metal pero que tenga una estructura interna robusta, duradera y de muy buena calidad, esto respondería a las malas apariencias.

San Juan en uno de sus versículos expresa también la misma idea de la que estamos hablando: “no juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7: 24). Cuántas veces nos dejamos impresionar y hacemos juicios de valor guiados solamente por la primera impresión, por lo superficial, por lo que los ojos ven. Cuando se trata de personas tiene muy especial trascendencia el error de apreciación que podamos cometer con un juicio injusto.

Cuantas veces lo que solemos llamar “amor a primera vista” fracasa con el tiempo y no llega a consolidarse la relación. Uno se enamora de lo superficial, del barniz exterior, de lo que el otro nos quiere mostrar, sin llegar a profundizar en el conocimiento del otro. 

Qué decir de los milagros que obran a veces los asesores de imagen en las campañas electorales para que los políticos transmitan confianza, honestidad, proximidad a los problemas del electorado, en resumen una imagen atractiva y su mejor perfil, pero, amigo cuando el objetivo se ha cumplido, muchas veces, no siempre naturalmente, nos encontramos con “el lobo tras la piel de oveja”. 

Hay una frase de Nicolás Maquiavelo que refleja muy bien esta realidad, “todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres”. Es totalmente cierto que la apariencia cambia a las personas y por esa razón existe la hipocresía.

Parece que esto solo ocurre en las relaciones humanas, pero cuantas veces se plantean situaciones similares en el ámbito profesional, por ejemplo una oferta de empleo en la que las condiciones son excelentes en exceso, es posible que esconda un trabajo tan estresante que proporcione mala calidad de vida.

En la investigación en general, y concretamente en mi caso biomédica, la experiencia me ha demostrado que, cuantas veces, tras costosos experimentos se obtienen resultados que a primera vista son muy prometedores e invitan a continuar, pero cuando profundizas en el estudio y analizas con detalle los resultados descubres que no tienen relevancia o no eres capaz de confirmarlos. Se aprende a ser cauteloso y muy prudente a la hora de sacar conclusiones solo con las apariencias de los primeros resultados.

No, “no es oro todo lo que reluce”, este dicho popular que todos conocemos coincide también con la idea de que las apariencias engañan. Esto ocurre con la publicidad, en muchas ocasiones transmite un mensaje atractivo para el consumidor pero no del todo veraz. Hay que analizar bien lo que esconden los mensajes para conocer su verdad y su autenticidad, si la hay. También es verdad que la moda, como dice Henry Fielding, es la ciencia de la apariencia, y que inspire a uno el deseo de parecer más que de ser.

Por el contrario, una mala impresión a primera vista de una persona, una situación, un lugar, una acción es también frecuentemente engañosa y dista de lo real cuando se analiza en profundidad. De nuevo la apariencia, el envoltorio, no coinciden con la realidad, que es mucho mejor.

Lo prudente y juicioso es aprender a no dejarse influir, a no juzgar, a no tomar decisiones sólo con la primera impresión que obtenemos de la apariencia exterior. La intuición juega un papel importante para enjuiciar las primeras impresiones. Pero, no dejarse guiar por las apariencias no es tarea fácil, no es algo innato, hay que ejercitarse en ello y aprender el arte de la prudencia y sobre todo de la reflexión, para traspasar el envoltorio de la apariencia exterior y conocer el interior, lo auténtico, lo real, que puede sorprendernos gratamente por ser mucho mejor, más auténtico que el exterior o por el contrario decepcionarnos.

Como dice Baltasar Gracián, “la verdad está siempre dentro, en lo profundo de las cosas, que es lo que aprecian los sabios y cuidadosos”. Aprender a descubrirlo sólo se consigue con la observación y el tiempo. Sí, solamente con el tiempo adquirimos la madurez que nos hace aprender el arte de profundizar y reflexionar para conocer la realidad y autenticidad de las cosas. Eso es realmente tarea de sabios.

Tomado de aeoi.es