La energía y el agua están inextricablemente vinculadas. El agua genera electricidad, pero la otra cara de la misma moneda nos dice que se requieren grandes cantidades de energía para depurar y distribuir el agua.
Casi 6 por ciento de la electricidad de los EE.UU. procede de centrales hidroeléctricas; instalaciones que captan la energía natural almacenada en el torrente acuífero y la convierten en electricidad. La energía hidráulica ha estado presente durante miles de años (su uso original era moler cereales en pequeños molinos).
Pero hoy en día, las grandes represas asociadas a la producción hidroeléctrica están en el punto de mira puesto que alteran los flujos naturales y la calidad del agua.
Casi 6 por ciento de la electricidad de los EE.UU. procede de centrales hidroeléctricas; instalaciones que captan la energía natural almacenada en el torrente acuífero y la convierten en electricidad. La energía hidráulica ha estado presente durante miles de años (su uso original era moler cereales en pequeños molinos).
Pero hoy en día, las grandes represas asociadas a la producción hidroeléctrica están en el punto de mira puesto que alteran los flujos naturales y la calidad del agua.
En la mayoría de países desarrollados, existen sistemas muy elaborados para tratar y transportar el agua a nuestros hogares, campos agrícolas y fábricas. Todo este bombeo y desinfección, especialmente del agua salada, puede requerir un enorme consumo energético por lo que se necesitan ingentes cantidades de recursos no renovables, como el carbón.
Comprender el nexo entre la energía y el agua puede enfatizar nuestra dependencia de ambos recursos y encauzarnos en el camino del ahorro y la conservación.
Comprender el nexo entre la energía y el agua puede enfatizar nuestra dependencia de ambos recursos y encauzarnos en el camino del ahorro y la conservación.
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