SALUD MENTAL EN PARAGUAY: LO QUE REVELAN LOS DATOS

La forma de ser paraguaya está colmada de positividad y sosiego con acento guaraní. Aún en tiempos difíciles no es raro oír a un paraguayo decir que todo está “super tranquilo” o “iporãmbaite” (todo está bien) con una amplia sonrisa. Si bien esta actitud denota optimismo, puede también eclipsar el estado real del bienestar de las personas ante las crisis como la pandemia que estamos viviendo cuando, más allá del “todo está bien”, subyacen amenazas a su salud mental.


Entre mayo y junio del 2021, el Banco Mundial llevó a cabo Encuestas de Alta Frecuencia (EAF) en varios países de Latinoamérica y el Caribe con el objetivo de evaluar el impacto de la pandemia sobre la población.

Entre sus resultados se puede observar que, con un puntaje de 0,28, Paraguay se posicionó en cuarto lugar (empatando con Ecuador y Bolivia) entre los países con resultados más preocupantes dentro del Índice de Vulnerabilidad de la Salud Mental , por detrás de Chile, Perú y Haití.

Este índice, donde 0 representa la menor vulnerabilidad y 1 la mayor vulnerabilidad, muestra la puntuación media asignada a los países en base a la encuesta, considerando la incidencia de cinco problemas de salud mental sobre los encuestados en los treinta días anteriores a las entrevistas:

- dificultad para dormir;

- ansiedad, nerviosismo o preocupación;

- actitudes agresivas o irritabilidad con otros miembros del hogar;

- conflictos o discusiones con personas fueras del hogar; y sentimientos de soledad.

¿Qué población es la más afectada? 

Desagregando este índice para Paraguay, se evidencia que los problemas de salud mental mencionados tienen mayor incidencia en el área urbana, con un puntaje de 0,30 versus 0,24 en el área rural. Considerando el género, se observa que las mujeres de las áreas urbanas presentan mayor vulnerabilidad en su bienestar mental (0,33), contrastando con los hombres de las zonas rurales (0,15), quienes emergen como los menos afectados.

Si se añade estatus laboral al análisis, los hombres desempleados lideran una amplia brecha en ambos extremos: por un lado, los desempleados de las zonas urbanas alcanzan un preocupante puntaje de 0,37; por el otro, los desempleados de las áreas rurales registran un índice de 0,13, muy por debajo del promedio nacional.

Poniendo estos resultados en contexto, la Encuesta de Alta Frecuencia en Paraguay fue aplicada en medio de lo que fue, hasta hoy, el pico de la pandemia. Es decir, la brecha observada en el gráfico de arriba puede, en parte, ser explicada por el impacto de la propagación del virus, así como de las necesarias medidas de mitigación. En materia sanitaria y económica, las zonas urbanas fueron golpeadas con mayor intensidad que las zonas rurales. Esto se reflejó, por ejemplo, en los números de pobreza del 2020, estimados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que muestran que el área urbana experimentó un crecimiento de más de cinco puntos porcentuales (del 17,5% de pobreza en 2019 a un 22,7% en 2020) mientras que el área rural se mantuvo prácticamente igual al año anterior (pasando del 33,4% al 34,0% de pobreza).  

En cuanto a lo laboral, el porcentaje de hombres que perdió el empleo que tenía antes de la pandemia y se encontraba desempleado al momento de la entrevista aumentó en más de siete puntos porcentuales en relación con lo reportado en la encuesta de mayo de 2020 (pasando del 7,3% a más del 14,4%).

De manera más general, sin embargo, son las mujeres quienes han registrado mayores niveles de vulnerabilidad, con un puntaje de 0,32 versus el de 0,24 alcanzado por los hombres. Llamativamente, en contraste con sus contrapartes masculinos, fueron las mujeres empleadas, tanto del área urbana como del área rural (con puntajes de 0,34 y 0,32, respectivamente), quienes han visto alterada su salud mental en mayor proporción que aquellas desempleadas (tanto del área urbana y rural puntuando 0,29).

Y es que, además de trabajar fuera de casa, muchas paraguayas han experimentado un incremento significativo en las tareas del hogar durante la pandemia, introduciendo así un desgaste adicional a su bienestar mental.

En efecto, a excepción de un solo indicador que mide conflictos o discusiones con personas ajenas al hogar, la tendencia fue que un mayor porcentaje de mujeres que de hombres reportó haber padecido problemas relacionados a la salud mental durante los treinta días anteriores a la aplicación de la encuesta.

Así, el 31,5% de las mujeres manifestó haber tenido problemas para dormir, en comparación al 27,4% de los hombres. De igual manera, cerca del 12% de las mujeres dijo haber tenido actitudes agresivas en el hogar, mientras que el porcentaje de los hombres que reportó lo mismo fue de 9,7%. Asimismo, el 36% de las paraguayas expresó que en los treinta días anteriores a la encuesta tuvo sentimientos de soledad, en tanto que para los hombres la tasa fue mucho menor (16,6%).

No obstante, de entre todos los indicadores de vulnerabilidad de la salud mental, el que presentó mayor incidencia en Paraguay fue el de ansiedad , nerviosismo o preocupación. Con tres de cada cinco personas reportando haberse sentido ansiosos en el último mes, el país se ubica en primer lugar en Latinoamérica con esta medida. Y son de nuevo las mujeres, con el 70,4%, quienes encabezan la tabla por encima de los varones (53,5%).

En medio de la crisis sanitaria, la ansiedad, el nerviosismo y la preocupación fueron particularmente altos entre aquellos que habían tenido familiares enfermos, y entre quienes se habían quedado sin el trabajo que tenían antes de la pandemia y que además se encontraban desempleados.

¿Qué se puede hacer?

Con estos resultados, se torna primeramente importante asimilar la naturaleza multidimensional de la salud mental. Es decir, desde lo social a lo económico, pasando por lo cultural y lo ambiental, las causas que conllevan al deterioro del bienestar emocional son diversas. Como tal, es fundamental incluir a la salud mental como un tema transversal en el diseño y formulación de políticas públicas  en todas las áreas, con una visión más humana y social.

La salud mental representa para América Latina un reto para el cual aún no estamos completamente preparados, y Paraguay no es la excepción . Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) del 2018, el gasto destinado a la salud mental en los países de la región representaba en promedio solo el 2% de su presupuesto de salud, mayoritariamente centrado en el funcionamiento de hospitales psiquiátricos, con un limitado enfoque en iniciativas de prevención.

En ese contexto, la pandemia de COVID-19, con todas sus sombras, desnudó la preocupante realidad de la salud mental en nuestros países, con vulnerabilidades que, de no ser corregidas, podrían en el futuro profundizar la problemática.

Por este motivo, recomendamos desarrollar normativas integrales que, por un lado, defiendan los derechos de los pacientes, ayudando a reducir el estigma social asociado a las enfermedades de salud mental, y que, por el otro, orienten las políticas de protección del bienestar emocional de todas las personas.

Se hace imperante la promoción de iniciativas que garanticen un mayor y mejor ceso a servicios y a profesionales de salud mental que brinden asistencia, contención, y tratamientos médicos de calidad cuando estos sean necesarios.

Esto tendrá gran impacto si, además de la atención individual tradicional, se implementasen modelos de apoyo familiar y comunitario, instalando la noción colectiva de que el buen estado de la salud mental de las personas es, ni más ni menos, un esfuerzo mancomunado.


POR GUSTAVO CANAVIRE-BACARREZALUIS RECALDE-RAMÍREZ

Fuente: worldbank.org


¿Hasta cuándo Argentina?

Argentina se comprometió a respetar el libre tránsito del comercio paraguayo, en un tratado firmado en 1852. Desde entonces han ocurrido una infinidad de cosas que los firmantes de dicho documento nunca habrán imaginado.

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Chutar una pelota de cuero dentro de un arco se puso de moda en el Río de la Plata y Argentina ganó 2 copas mundiales de ese juego. La mitad de la población paraguaya desapareció en la guerra más sangrienta de Sudamérica y los descendientes de los sobrevivientes ganaron otra a Bolivia. Un cohete llevó hombres a la Luna. Hoy un albañil envía fotografías de su almuerzo a su hermano en España, a la velocidad de la luz.

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Lo que no ocurrió es lo que sí se habrá imaginado al firmar el acuerdo: que Argentina cumpla lo pactado. Un siglo y medio después, los paraguayos aún debemos padecer las zancadillas comerciales que nos hace nuestra hermana mayor del sur.

En 2010 sindicalistas portuarios argentinos se negaron a recibir buques paraguayos, con aparente complicidad del gobierno argentino. Hace poco retuvieron ilegalmente a la embarcación “Doña Annette”, ocasionándole pérdidas millonarias. Para exportar a Argentina los empresarios paraguayos deben cumplir con requisitos que no se exigen a empresarios argentinos en Paraguay, a nuestros compatriotas camioneros les sobran anécdotas de demoras innecesarias que arruinan mercaderías en la frontera. Solo por citar algunas travesuras argentinas.

¿Hasta cuándo Argentina? ¿Hasta cuándo gran parte de nuestro esfuerzo será derrochado en homenaje a tu prepotencia? Ya van 167 años de una promesa incumplida. ¿Cuántos años más tendremos que esperar los paraguayos? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil? Aunque quizás vana sea la esperanza de esperar que Argentina se preocupe por nuestro comercio, y la presión tengamos que ejercerla sobre nuestra propia paciencia.

¿Hasta cuándo la paciencia, Paraguay?

Escrito por ENRIQUE COSP  -  @Enrique_Cosp (5 dias)

Pobreza, hambre, salud y educación: Paraguay y los ODS

Los ODS – Objetivos de Desarrollo Sostenible, son reglas de convivencia mundial a las que Para­guay se adhiere junto con 193 países del mundo para a través de sus 17 Objetivos Globales abor­dar temáticas esenciales sobre cinco temas: personas, medioambiente, prosperidad, cultura de paz y alianzas.


El proceso de implementación de los ODS, establece la conformación a más tardar a fines de este año de Grupos de Trabajo coordinados por la Comisión Interinstitu­cional de Coordinación para la implementación, segui­miento y monitoreo de los compromisos internaciona­les asumidos por el país en este marco (Comisión ODS), para la implementación de los 17 Objetivos organizados en Ejes Económico, Social y Ambiental. El Eje Social abarca ocho de los ODS y en esta oportunidad daremos una mirada a cuatro de ellos: ODS 1 “Fin de la pobreza”, ODS 2 “Hambre cero”, ODS 3 “Salud y bienestar” y ODS 4 “Educación de calidad”.

La pobreza es un problema de derechos humanos e involucra mucho más que falta de recursos e ingresos, por lo que el ODS 1 apunta a ponerle fin. Implica además hambre, desnutrición, falta de vi­vienda digna, acceso limitado o insatisfacción de necesidades básicas como agua, saneamiento, sa­lud y educación, involucrando también exclusión social y discriminación, así como falta de partici­pación en la toma de decisiones, especialmente las que afectan de manera directa las vidas de las personas. 

Si bien la pobreza extrema se ha redu­cido en los últimos años, con una población total de 6.852.068 personas, la Encuesta Permanente de Hogares de 2017 muestra que el 26,40% de ella se encuentra en situación de pobreza y el 4,41% en situación de pobreza extrema, ubicándose geo­gráficamente en mayor proporción y severidad en el área rural.

Interesa erradicar la pobreza porque nuestro bienestar está vinculado al de los demás, ya que la desigualdad perjudica el crecimiento económico y vulnera la cohe­sión social, incrementando las tensiones sociales y polí­ticas. Para lograrlo, el gobierno debe aplicar políticas y el sector privado puede contribuir generando empleos de calidad y sostenibles, propiciando crecimiento inclusi­vo y promoviendo la igualdad.

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Actualmente en el mundo 1 de cada 9 personas está sub­alimentada, esto genera que sean menos productivos y más propensos a enfermedades, viéndose afectados en sus capacidades para aumentar sus ingresos y mejorar su calidad de vida. El ODS 2 busca eliminar el hambre a nivel global, lograr la seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible. En nuestro país en 2010 la des­nutrición crónica llegaba al 15% de niños y niñas, datos del Ministerio de Salud de 2017 muestran una disminu­ción de esta tasa alcanzando el 12,3%.

Para terminar con el hambre, necesitamos reformas en el sistema agrario y alimentario, para aumentar la capa­cidad productiva pero de manera sostenible y amigable con el medio ambiente.

Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades es el objetivo del ODS 3. En Paraguay los Indicadores Básicos de Salud de 2017 esta­blecen que la esperanza de vida al nacer es para ambos sexos de 73,8 años, siendo la tasa de mortalidad neona­tal de 9,5 por cada 1000 nacidos vivos. Por otro lado, las causales con más alta tasa de mortalidad registrada son

las enfermedades del aparato circulatorio (120 sobre 100.000 habitantes a nivel país), seguida por los tumo­res (66,6) y las causas externas (49%) que refieren en su mayoría a accidentes de motocicleta, a las que siguen otras causales en menor proporción. Entre 2013 y 2017 las muertes maternas fueron reducidas en un 30% y la tasa de mortalidad neonatal en un 18,6%.

Los graves riesgos para la salud, altas tasas de mortali­dad materna y neonatal, propagación de enfermedades y mala salud reproductiva, ahondan las desigualdades y nos alejan de la prosperidad. Para alcanzar este objetivo, se debe propiciar una financiación más eficiente de los sistemas de salud, mejorar el saneamiento y la higiene, aumentar el acceso a los servicios médicos y de salud sexual y reproductiva, así como promover acciones para reducir la contaminación ambiental.

Por último, el ODS 4 busca garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportu­nidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Hoy, 6 de cada 10 niños y niñas que comenzaron la primaria en Paraguay, no logran finalizar la educación secundaria, vulnerando de esta manera sus posibilida­des de conseguir un empleo digno y romper el círculo de pobreza.

La educación contribuye a empoderar a las personas para que desarrollen plenamente sus capacidades, además reduce las brechas de género y contribuye a fomentar la tolerancia y crear sociedades más pacíficas reduciendo las desigualdades. Cada año de educación significa mejores valores en relación a la reducción de la pobreza del núcleo familiar y en general a nivel de la población. Si bien el acceso y la matriculación se han incrementado desde la última reforma educativa, aún quedan pendientes temas como el mejoramiento de la calidad de la educación así como de las tasas de reten­ción y culminación en tiempo (es decir, en la edad que corresponde) de los ciclos educativos.

Nos encontramos al inicio de un nuevo gobierno que tendrá la responsabilidad y oportunidad de legar al país avances significativos en la reducción de brechas para la conquista de derechos y el bienestar de los ciudadanos. Con los ODS como hoja de ruta, los esfuerzos conjuntos, decisiones y acciones oportunas que tome el gobierno, permitirán que el Paraguay avance hacia un futuro de prosperidad para todos los ciudadanos.

Por Paola Vaccotti para MCS - 5 dias

Paraguay, la isla con sorprendentes logros

Trascribimos la opinión de El Observador de Uruguay

Paraguay se empeña en ser diferente al continente americano y continúa creciendo a paso firme a medida que consolida trabajosamente su institucionalidad democrática. El país mediterráneo se encuentra próximo a conseguir la nota de grado inversor, cosa que sería efectiva antes del 2020. Las perspectivas de negocios e inversores es más que favorable.




La pujanza de una población joven y las condiciones más que favorables para instalarse allí están convirtiendo la tierra de los guaraníes en un lugar donde es posible apostar para crecer. Asunción, la vieja capital colonial, cambia su cara mes a mes. Abren centros comerciales, emprendimientos gastronómicos, hoteles cinco estrellas y crecen edificios modernos y desarrollos urbanos tanto para oficinas como para vivienda. 


Su clase media crece casi al mismo ritmo que su naturalidad. La inminente mejora del grado inversor avizora tiempos aún mejores para un país largamente postergado por el resto del continente. Se prevé la llegada de fondos frescos lo que dinamizará el crédito y por ende el consumo.

Se espera un ¡Boom! de la construcción que continuará cambiando el horizonte de las ciudades que crecen y dinamizan la economía. En su capital ya se ve el nuevo centro de Asunción, con los flamantes hoteles altos donde se celebran fiestas en sus azoteas casi diariamente; es una clara demostración de lo que allí sucede.


La clase media crece casi al mismo ritmo que su natalidad. La inminente mejora del grado inversor avizora tiempos aún mejores para un país largamente postergado por el resto del continente. En relación al mercado inmobiliario las perspectivas son de más que positivas. “Apuntamos a dos años en que el aumento de la demanda va a ser muy consistente y eso va a generar un aumento de los precios de inmuebles”, destacó en El Observador el CEO de la firma Corar Internacional, Miguel Ángel Fernández, experto en desarrollo inmobiliario.

Paraguay tiene una población que supera a los 7 millones de habitantes de los que se prevé un tercio salga a buscar vivienda en los próximos años. Paraguay lentamente va dejando el conservadurismo que lo caracterizó para comenzar a abrazar las exigencias y posibilidades que ofrece el siglo XXI y con astucia genera las condiciones para que las divisas y los empresarios y emprendedores se sientan a gusto. Todo eso late en su población y se huele en el aire.

Fuente: 5 dias

La débil recuperación de Latinoamérica

La región necesita gobiernos que cumplan con sus socios comerciales y con sus ciudadanos


Latinoamérica ha regresado a la senda del crecimiento económico con proyecciones de alrededor del 1% en 2017 y del 2% en 2018. Además, si bien estuvo dos años en recesión, la solidez de las instituciones y las políticas permitieron moderar la caída.

De hecho, la mayoría de países lograron mantener crecimientos aceptables, lo que recuerda que hay que hablar de Américas Latinas. No obstante, la recuperación es débil, en un contexto socio-político movido. Latinoamérica acumulará cinco años de alejamiento a los niveles de ingreso de las economías más desarrolladas, en un momento político clave, dado que entre 2016 y 2018 se habrán celebrado 15 elecciones presidenciales.

Este es momento de política, no de políticas. De gobiernos que cumplan con sus socios comerciales, con sus ciudadanos, y en especial con sus jóvenes, como fue reclamado en el Foro Económico Internacional para América Latina y el Caribe 2017, organizado por el Centro de Desarrollo de la OCDE, el BID y el Gobierno francés.

La región precisa de gobiernos que cumplan con sus socios comerciales, con apertura e integración. La OCDE ha llamado a resetear la globalización, apostando por el multilateralismo y la apertura, y simultáneamente implementando medidas para proteger a aquellos afectados negativamente. Afortunadamente, Latinoamérica se ha distanciado de las tendencias en los países del G20, quienes han aprobado desde 2012 más de 1.725 restricciones al comercio según Global Trade Alert. Ha intensificado la agenda con nuevos socios como China, e internamente, dos de las principales plataformas regionales de comercio, Alianza del Pacífico y Mercosur, muestran su voluntad de acercamiento, augurando avances en cooperación aduanera, apoyo a PYMES y cadenas regionales de valor.

La región precisa de gobiernos que cumplan con sus ciudadanos, con eficiencia, apertura y visión. La confianza de los latinoamericanos en sus instituciones, tradicionalmente limitada, se ha debilitado. Hoy ocho de cada diez ciudadanos de la región creen que la corrupción está extendida en su gobierno, seis de cada diez están insatisfechos con su sistema de salud y casi cinco de diez con la educación, y solo cuatro de cada diez confían en las elecciones. 

La eficiencia exige simplificar los trámites a ciudadanos y empresas aprovechando la tecnología, como recientemente muestra Perú, donde las entidades estatales solo podrán solicitar una vez el documento de identidad a sus ciudadanos porque sus agencias estarán interconectadas. 

La apertura pasa por involucrar a los ciudadanos en decisiones, aumentar la transparencia de las cuentas públicas —como la iniciativa Conozca en qué se gasta su dinero en Costa Rica, que permite acceder a información en tiempo real sobre el gasto público— y establecer órganos de lucha contra la corrupción. 

Los Estados han de ser más innovadores y visionarios ante un futuro en el que la revolución tecnológica, la transición demográfica y el cambio climático definen nuevas demandas. Los laboratorios de innovación social para avanzar en la digitalización en Uruguay o en Rio de Janeiro, y el uso de big data para proveer mejores servicios, como están comenzando a implementar Buenos Aires o Bogotá en transporte, o Brasil en salud, son buenas prácticas.

La región precisa de gobiernos que cumplan con sus jóvenes, con educación de calidad y oportunidades de empleo formal y emprendimiento. Latinoamérica es una región joven: uno de cada cuatro ciudadanos —163 millones— tiene entre 15 y 29 años. Sin embargo, cuatro de cada diez jóvenes no estudian, no trabajan y no se capacitan (‘ni-ni-nis’) o si trabajan lo hacen en el sector informal. Esta situación es peor para mujeres (la mitad son ni-ni-nis o informales), y para jóvenes de hogares de ingreso medio y bajo (siete de diez jóvenes de hogares pobres están desconectados). 

La vulnerabilidad se está transmitiendo de padres a hijos e hijas, y ello impactará en toda su trayectoria laboral. Lo bueno es que sabemos qué funciona; educación combinada en aulas, capacitación en el trabajo y servicios de búsqueda de empleo (como ProJoven en Brasil y Perú, Jóvenes en Acción en Colombia); apoyo al emprendimiento reduciendo barreras de entrada (como la Ley de Emprendedores de Argentina que permite crear empresas en un día), desarrollando instrumentos financieros flexibles (como Ruta N en Colombia o Start-Up en Chile); mentoría y fortalecimiento de vínculos con redes comerciales como la Alianza del Pacífico. La economía de la región (medida por su PIB) podría incrementarse inmediatamente un 3%, el equivalente a una Guatemala, si todos los jóvenes ni-ni-nis e informales encuentran un empleo formal.

Gobiernos que cumplan con sus socios comerciales, con sus ciudadanos y con los jóvenes son indispensables en la agenda de Productividad e Inclusión. Solo así se logrará traducir la desconfianza, e incluso las protestas en cambio real. Y solo así se convencerá a ciudadanos y empresas de que cumplir con las reglas y pagar impuestos merece la pena. No es fácil, ¿pero qué es fácil en los tiempos que vivimos? Y se puede.

Fuente: El país
Escrito por Ángel Melguizo es jefe de la unidad de América Latina y el Caribe del Centro de Desarrollo de la OCDE